jueves, 28 de enero de 2016

Fundación España Constitucional ¡Vaya cosa más rancia!

Ricardo Garanda Rojas
Hace tiempo que peino canas y los sesenta ya no los cumplo, pero lucho todos los días para intentar tener un hueco en los debates sobre lo que se puede hacer en ésta sociedad para mejorarla, en el presente y para el futuro, y me esfuerzo en que mi situación cómoda de vida más o menos resuelta no influya para nada en mi ánimo para tratar de convencer a nadie de que para conseguir la estabilidad y la seguridad del País lo que hay que hacer es pararse, peor, paralizarse.



Organizar un lobby de presión ideológica a base de reunir a ex ministros de distintas épocas y de distintas ideologías, ya da el suficiente “yu-yu” como para temblar. Que entre los 34 ex ministros que componen este lobby se mezcle la firma de un destacado militante del PSOE que acusó en el juicio a los fascistas que asesinaron a los abogados de Atocha y la de un franquista, requerido por una juez argentina por atentar contra los Derechos Humanos, Ministro de Gobernación (equivalente al actual de Interior) con la UCD cuándo se produjeron las muertes de cinco trabajadores en manos policiales en Vitoria, ya me parece una cuestión de más profunda reflexión que para mí pasa por infravalorar la calidad ideológica y de pensamiento político de estos personajes. Y es que si opinaran individualmente, nosotros podríamos valorar sus opiniones de uno en uno, pero si estos señores opinan en grupo a través de un manifiesto, nosotros podemos realizar un juicio global y colectivo. Yo por mi parte, a partir de aqui considero en el mismo rincón ideológico a D. José Bono y a D. Rodolfo Martin Villa, porque es ahí donde voluntariamente se han situado y si nunca he tenido ni la más mínima consideración con las opiniones del segundo, ahora me inclino a no tenerlas tampoco por las del primero.
Toulouse Lautrec

Pero es que además resuelven su consenso valorando que la estabilidad, lo mejor para el futuro de este País, es no hacer nada. Peor, seguir haciendo lo mismo que hasta ahora, y como instrumento un gobierno que agrupe a los que han gobernado los últimos 34 años. Parecen decir, “Repitamos experiencias, no inventemos nada nuevo”. A mí, en estos momentos me parece imposible encontrar ideas y grupos de gente que las defienda más  impregnada de naftalina. Y al pensar que todos ellos fueron ministros de gobiernos de éste País casi me apetece soltar el tópico de “así nos va” pero no lo hago para no concederles tanta importancia.

No hace falta haber sido ministro de lo que sea y de cuándo sea para comprender que para la mejor estabilidad política del País, no viene bien que tengamos un gobierno provisional ni la amenaza de vernos obligados a repetir las elecciones generales. Eso es tan cierto como que estas situaciones se han dado ya muchas veces y se darán en democracias más veteranas que la nuestra y no por ello se paraliza el gobierno ni se rompe la patria ni desaparecen las inversiones propias o extranjeras. El equilibrio político es ahora más complicado que nunca, pero no por casualidad sino porque así lo han querido los millones de demócratas votantes. Quien no entienda que de aquí se sale cambiando es que o no ha entendido nada o ha entendido lo suficiente como para comprender que sus privilegios y los de los suyos pueden verse, al menos, sensiblemente modificados.

Los treinta y cuatro miembros de la Fundación España Constitucional no parecen del perfil de los que no entienden, luego entonces será la segunda opción la que les motiva a apoyar ese manifiesto en el que piden con tozudez incómoda la fórmula esa del “Gran Pacto” que en realidad significa: repudiemos lo nuevo porque no nos fiamos, mantengamos lo viejo.

Pero muchos creemos que esta gente está equivocada, y además interesadamente equivocada, de esta situación no se sale con fórmulas viejas, sino con los avances que los nuevos políticos puedan estar en condiciones de conseguir. Las viejas políticas de los viejos políticos nos han llevado a dónde ahora estamos, no parece muy inteligente volver a confiar en ellas y en ellos.

Estos señores y estas señoras de la Fundación España Constitucional seguro que están perfectamente preparados para darnos lecciones de historia, sobre todo si tienen la suficiente capacidad de autocrítica, pero para las soluciones del presente y las políticas de futuro, mejor que dejen a otros con su también buena preparación añadida al necesario entusiasmo por cambiar todo lo que ya no sirve y avanzar en las mejoras que esta sociedad necesita.

Siempre he sido y soy un claro defensor del proceso de transición de la dictadura a la democracia que vivimos en éste País, pero ya tendríamos que tener asumido que aquel proceso está ya sobradamente amortizado y que hay que seguir avanzando más allá de las líneas que en aquel momento hubo que marcar.  Con la misma intensidad repudio a los liquidacionistas como a los inmovilistas. Si no admitimos el enorme espacio que hay entre ambas posiciones es por pura cabezonería, porque es imposible que no lo veamos.

Hemos llegado al punto, fuera fundaciones arcaicas y cenas de frustrados vejestorios, necesitamos cambios y solo los obtendremos de la mano de quienes están dispuestos a trabajar por ellos.
Que eso tiene riesgos, pues claro, pero más riesgos tiene “morirse de asco”, y ahí casi estamos.


Ricardo Garanda Rojas 

(@rgarciaaranda)

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