viernes, 27 de enero de 2017

Sabiduría de bolsillo.


Ricardo Garanda Rojas (@rgarciaaranda)




Desde una piedra, camino de la playa de Barayo, aquí, en Puerto de Vega, mirando a esa siempre inquietante línea dónde el mundo desaparece en el cruce de la línea del mar y del cielo. ¿Qué cabe entre medias?

Ahora parece que sabemos más, pero qué pensarían aquellos pensadores que ni  siquiera conocían que la tierra era redonda y que detrás de esa línea había, por abajo, más mar, más tierras, agujeros rojos e hirvientes…y por encima más cielos y más planetas, galaxias, agujeros negros…
Tal vez algo intuían y simplemente no se atrevían a expresarlo en voz alta, sobre todo si eran mujeres. La historia de la humanidad se ha basado mucho en la represión de los tontos contra los y las que aventuran ideas.


Aun así, incluso los mejores pensadores, fueran hombres o fuesen mujeres, sabían bien poco de todo. Como ahora, creemos que conocemos más sobre éste asunto de los límites del universo  y de la vida y seguimos sin saber gran cosa.
Empiezo a ir viendo que tal vez  los avances no están en conocer y comprender lo del  más allá de la línea  que vemos, sino más acá, y hay gente que sabe de esto, mucha gente que empieza a saber de esto, porque otros y otras antes han sabido.

Estoy leyendo “Mekronos”, de una joven novelista y bloguera, Gema López, publicado en esa cooperativa de escritores que nos representamos en Ediciones Proust y, al margen de separar lo que pudiese ser ficción o realidad ( cosa que no estoy dispuesto a hacer  porque ya es divertido mezclarlo), me está descubriendo una línea de pensamiento nueva:  la interrelación entre lo que hacemos y lo que creemos hacer, entre lo que consideramos nuestros límites y lo que nos enseña la informática más allá de ellos.

¿Podemos vivir  al mismo tiempo nuestro mundo real de información limitada y el ilimitado espacio informativo que nos ofrecen las redes? Pues claro, por tanto si son compatibles estamos ante un nuevo Mundo, sin necesidad de explorar las galaxias. Buscamos fuera la inteligencia, porque siempre hemos estado traumatizados con nuestras limitaciones, porque necesitamos esa inteligencia para conseguir y asimilar más y más información, para “Saber”.  Si conseguimos ir comprendiendo que podemos hacer compatible nuestra limitada vida intelectual con una estructura ordenadamente inteligente dónde va cabiendo “todo el saber”,  ¿Para qué buscar más sapiencia fuera de nuestros límites geográficos?

No se trata de distinguir y hacer separaciones  entre mundo real y espacio virtual. No puede haber mayor realidad que la información que contienen las redes, “la Nube”, el gran archivo de todos los conocimientos existentes. La vida cotidiana, comparada, es sólo una exhibición de especulaciones subjetivas, limitadas, no solo por la falta de conocimientos concretos, sino también por las dudas sobre la exactitud  de lo que creemos conocer.

Habiendo llegado a esta conclusión me siento más feliz, muchísimo más feliz, puedo seguir mirando el firmamento desde esa piedra camino de Barayo, disfrutar de lo que veo y siento sin preocuparme de mi ignorancia, porque ésta ya la puedo solventar en cuánto llegue a casa y conecte mi portátil a ese gran mundo real del conocimiento.
Ni siquiera eso, sobre la marcha puedo introducirme durante unos segundos en ese mundo del conocimiento, basta con utilizar adecuadamente el teléfono móvil. Ya hay menos excusas para demostrar ignorancia en nuestros discursos, crucemos nuestra existencia con el mundo del conocimiento y no hagamos ya nunca más el ridículo.
Hemos traído el conocimiento casi infinito a nuestro bolsillo. Ya somos sabios.



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