sábado, 31 de marzo de 2018

Mañana será otro día


 Ricardo G-Aranda Rojas (@rgarciaaranda)



La vida tampoco es el cuento de hadas que en varias TV públicas nos cuentan en esos programas de asturianos, manchegos, madrileños…, españoles por el mundo. Está bien contar las historias de aquellos a los que les va bien, faltaría más, pero hay más cosas, hay más gentes.

Hay verdaderos dramas entre mujeres y hombres que dejan su pueblo, su ciudad, su país buscando “el Dorado” y sólo encuentran miseria, abusos, fracaso, pobreza…Es la otra realidad, esa de la que parece preferible hablar poco, porque es incómoda, es triste y no vende. Son medios de comunicación públicos, y renuncian a mostrar la realidad humana, prefieren pintar el mundo de rosa y negar el dolor del fracaso.

Tampoco hay que irse a playas paradisíacas ni importantes ciudades del mundo para buscar a las gentes felices y obviar a las que no lo son, a los triunfadores ocultando a quienes fracasaron. No es imprescindible irse muy lejos.

Triunfadores tenemos aquí en todas las esquinas, solo hay que dejarlos hablar un poquito. Y todos nosotros conocemos un parque en nuestra ciudad dónde, si paras un par de horas y te fijas, verás pasar a personas que, evidentemente, no les ha ido bien en la vida. ¿Por qué? No lo sabemos, no salen en “ciudadanos por el mundo” a explicárnoslo.

Ilustración original de Cecilia Romero
Quería yo rozar suavemente la dermis de estas personas y me atreví a escribir un pequeño relato que he incluido en mi libro “Pesadilla en Zocodover”. Lo titulo “Mañana será otro día”. Podría haberlo llamado “todos los días son iguales” o “podría ser peor”. Pero yo también quise dejarme llevar por una leve brisa de optimismo esperanzador. Total, es gratis.

Mis personajes son dos fracasados. ¿Por culpa de quién? ¿de qué? Yo no lo sé. Acuden a comer y dormir a un refugio de indigentes. Una está convencida de que su vida va a cambiar. Otro sabe que no.

Pero la situación no es grave del todo, en el refugio, además de un guiso y unas mantas, tienen televisor y pueden comprobar todos los días, a todas horas, que el mundo está lleno de personas felices a las que esto de la vida les va bien.

Es un consuelo.


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