viernes, 11 de mayo de 2018

Cruzando el hielo


Ricardo G-Aranda  (@rgarciaaranda)


Para acompañar al relato de “Cruzando el Hielo”, perteneciente a “Pesadilla en Zocodover…”,  elegí un poema que tiempo atrás dediqué a mi amigo José Luis y a su afición a la fotografía: “Inexistencia”. Sus versos van de la decepción que produce cuándo al ver la fotografía de algo que recuerdas como un gran momento, sientes cierta frialdad, el recuerdo te indica que hubo un nivel de emoción y entusiasmo que de ninguna manera encuentras en ese momento en el que tratas de recuperarlo a través de esa imagen.

No hay fotografía posible que pudiera reproducir las sensaciones de Chus Lago cuándo completó su travesía de la Antártida. Es imposible que esa foto le permitiera reconocer el inmenso frio y cansancio que tenía después de haber recorrido esos mil doscientos kilómetros de hielo y viento. No le serviría la fotografía final para comprender esa contradicción entre plenitud y vacío que la inundaban todos los sentidos del cuerpo y el espíritu cuando se plantó en el Círculo Polar.

Ilustración de Cecilia Romero
Ni la fotografía más increíble de la creación artística de cualquier gran fotógrafo o fotógrafa puede dar una pequeña pista a los lectores del libro que después escribió “Sobre las huellas de gigantes”, sobre la inmensa e impresionante soledad que debió abrumar y liberar a Chus durante cincuenta y nueve días atravesando el hielo.

No sirve la fotografía para eso. La intensidad de cualquier momento vital sólo existe una vez, un instante: el que se ocupa del punto más álgido de nuestra emoción. Después todo declina, y ninguna reproducción gráfica es capaz de volverlo a elevar hasta aquel punto.

Por eso, en este poema que lamenta la imposibilidad de repetirnos una gran sensación en su graduación original, yo le pido a mi amigo que me refleje cosas que yo desconozca, para así poder dar fe de su existencia, que no es poco. Que me enseñe imágenes de caras cuyos sentimientos en el momento del retrato pueda, al menos, intuir. Que me muestre paisajes de dónde nunca estuve. Pero que no me enseñe reproducciones de momentos de mi vida, de historias y gentes que conozco, de situaciones que causaron en mi espíritu grandes emociones positivas o negativas. Que no haga eso porque la decepción al comparar la frialdad de la imagen con el calor de la historia que pretende contar, está servida. Y es una pena que así sea.
  
Si yo fuera Chus Lago, haría desaparecer toda imagen que pretenda dar a conocer el éxtasis que debió sentir en aquel momento. Sin imágenes físicas, seguro que la imagen mental que le queda es mucho más pura, desde luego íntima. Perfecta.

“Cruzando el Hielo” es el último de los relatos en el orden del índice del libro “Pesadilla en Zocodover y otros relatos” Os autorizo gustosamente a que empecéis por el final, incluso por la última frase si queréis: “...Pero no estás”

Y eso, querida Chus, no hay foto que lo salve.




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